El lepero astronauta
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La agencia espacial española va a llevar a cabo un proyecto para el que necesita un astronauta.
Inician un proceso de selección, que tras una primera tentativa tienen que declarar desierto.
Desolados, los científicos están comentando lo infructuoso de la búsqueda de un candidato adecuado cuando el conserje, oriundo de Lepe, afirma tener un paisano que seguro que podría servirles.
Escépticos, los científicos ignoran al pobre hombre, que continúa con sus faenas.
Tras un segundo proceso de selección, los científicos continúan fracasando en su intento de conseguir el perfil adecuado.
El conserje, vuelve a insistir que en Lepe, su tierra natal existe alguien que les serviría a las mil maravillas…
Mire usted, José -le dicen procurando no herir sus sentimientos- es dudoso que pueda usted conocer en su tierra alguien que pueda dar el perfil que requerimos, dado el carácter agrícola de su población, pero le agradecemos su intento de colaboración.
El pobre conserje, continúa con sus faenas y los científicos a las suyas iniciando un nuevo proceso de selección, que también resulta estéril.
El conserje vuelve a insistir y los científicos, en su desesperación, consienten en realizarle las pruebas a su paisano.
Realizadas las pruebas, se encuentran sorprendidos porque el perfil psicológico y físico del sujeto resultan perfectamente aptos para la naturaleza de la misión.
Tras un periodo de entrenamiento, lo envían a la misión.
Al poco tiempo fallan los sistemas y reciben desde la nave por medio de un fax el siguiente mensaje encriptado:
Los científicos, desconcertados, no entienden nada. Contratan diversos expertos en criptografía que tras una investigación exhaustiva se declaran incapaces de descifrar el misterioso mensaje.
A uno de los científicos se le ocurre como último intento consultar al conserje, pues quizá él supiera encontrarle algún sentido al mensaje o darles alguna pista que les permitiera iniciar otra línea de investigación para dar con su significado.
Llaman al conserje, le explican la situación y le presentan el mensaje.
El conserje, al ver el mensaje, se queda atónito y exclama:
“Pero si está dirigido a mí”.
Todos los científicos se quedan asombrados por la afirmación.
Cuando son capaces de reaccionar, le preguntan cómo puede saberlo, a lo que el conserje responde: